El cantón Pedro Moncayo, ubicado al norte de la provincia de Pichincha, cuenta con una población de 40,483 habitantes, mayoritariamente dedicada a la agricultura. Desde 1985, la producción de rosas para exportación se ha convertido en una importante fuente de empleo en la región. Sin embargo, esta actividad también ha generado impactos económicos, sociales, culturales, ambientales y en la salud de la población.
Ante esta realidad, la Fundación Cimas del Ecuador ha llevado a cabo diversas investigaciones para analizar los posibles efectos en la salud en Pedro Moncayo, destacándose:
- La situación de salud del cantón Pedro Moncayo.
- Percepciones comunitarias sobre los impactos del uso de plaguicidas.
- Afectaciones al desarrollo neuromotor en niños preescolares por exposición secundaria a plaguicidas.
- Percepciones de salud desde una perspectiva intercultural.
- Desarrollo de un modelo de Sistema Local de Información Georreferenciado con participación comunitaria.
- Recuperación de saberes ancestrales, prácticas de salud y uso de plantas medicinales.
Entre 2002 y 2004, el Consejo Cantonal de Salud de Pedro Moncayo, en colaboración con el programa MIRT de la Universidad de Washington, realizó un diagnóstico participativo para identificar las necesidades de salud en los niveles comunitario, parroquial y cantonal. Este trabajo permitió la creación del Sistema de Información Local Comunitario (SILC), un sistema georreferenciado de viviendas y familias, actualizado en 2009 y 2017.
Durante este período, se organizaron asambleas cantonales para formular planes de desarrollo y ordenamiento territorial. Estos espacios de participación revelaron inquietudes sobre el uso intensivo de plaguicidas en las plantaciones florícolas, asociándolo con un aumento en la incidencia de cáncer en la región. Esto impulsó la necesidad de investigar los efectos de la exposición a plaguicidas.
En 2008, la Fundación Cimas, junto con la Universidad de Minnesota y con el financiamiento de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, formuló el Proyecto Espina, un estudio enfocado en la exposición secundaria a plaguicidas en niños, niñas y adolescentes.
Posteriormente, en colaboración con la Universidad de California, San Diego, el proyecto evolucionó a un estudio longitudinal con una cohorte de 500 participantes. Este trabajo, que continúa en la actualidad, se ha extendido hasta 2026, generando datos valiosos para entender los impactos de los plaguicidas en la salud a largo plazo.